La idea central de los diez días de arrepentimiento que comienzan con Rosh Hashaná es conocida. La Teshuvá parecería ser un concepto obvio pero no lo es de ninguna manera. loná fue el único de los profetas en toda la Biblia que se nos relata de él que tuvo un relativo éxito educativo. Ningún otro lo tuvo, incluso Moisés, nuestro maestro. A raíz de su éxito, Ioná prefirió morirse, al no estar de acuerdo con la idea de la Teshuvá aduciendo que esto era un tremendo desequilibrio que atenta contra la idea de la justicia.
La Teshuvá es algo imposible también desde el punto de vista filosófico. En teoría estamos condicionados por nuestra biología y psicología, que están incluidas en nuestra genética, por la sociología y la historia. Una súper computadora en la cual alimentásemos todos los datos imaginables sobre uno y su contexto, podría llegar a acertar nuestro próximo paso a dar en la vida. Sin embargo, la idea judía de Teshuvá cree en la posibilidad de sobreponerse a la carga que llevamos en nuestras espaldas y decir: hoy decido cambiar y lo que hice mal hasta ayer se convierte en bien.
Como lo resume el Maimónides en el Mishné Torá (Leyes de Teshuvá 5:1): «Todo hombre goza de libre albedrío, si quiere inclinarse por el buen camino y ser un hombre justo, es libre para ello; si quiere inclinarse por el mal camino y ser un malvado, es libre para ello». El verbo creer en la Teshuvá es el acertado en este caso, porque posiblemente no se pueda demostrar la posibilidad de Teshuvá, pero si creer en ella. Es una especie de apuesta a futuro, siendo conscientes que nunca tendremos certeza absoluta de que la hemos ganado, pero que nos sirve como postulado para que nuestras vidas sean significativas.
Esta apuesta para que pueda crear efectividad requiere de nosotros una postura existencial frente a la vida. También esto lo resumió brillantemente Maimónides en su libro (Leyes de Teshuvá, 7:2): «Cada hombre debe considerarse siempre a sí mismo como si estuviera a punto de morir, y, por temor a morir en pecado, se arrepentirá de su transgresión en seguida. No debe decir: Me arrepentiré cuando envejezca, por si muere antes de envejecer». Cada conducta es la última, la definitoria, la que va a calificar toda tu vida. Suena exagerado, pero si apostamos a la idea de Teshuvá, debería ser así, no queda otra opción. Nuestra tradición no sólo cree en la posibilidad de cambio, sino también en la gran responsabilidad que tenemos al conducirnos de determinada manera considerando a tu próxima conducta como la que determine qué clase de personas seremos.
Recordemos que la Teshuvá es una mitzvá que no está determinada por el tiempo, es decir no existe un momento determinado para el cambio sino que en todo momento resulta obligatoria. En síntesis, la Teshuvá es una postura frente a la vida. Los diez días entre Rosh Hashaná y lom Kipur son sólo un recordatorio de este hecho. Por lo tanto la efectividad de los diez días de Teshuvá debiera durar el año entero. Si no fuese así y tomamos a este período como algo específico, exclusivo y único, para después volver a la cotidianidad y a la falta de conciencia de cambio y mejoramiento en todo momento, no habremos hecho como corresponde la tarea encomendada por nuestra milenaria tradición.
Rab. Ari Bursztein