Rab Iehudá Mendelson, «Un Preludio a Nuestro Juicio en Rosh HaShaná”
Sin embargo, el juicio de Dios en Rosh HaShaná no es simplemente una desagradable mala experiencia que estamos obligados a enfrentar, sino que más bien es el requisito previo esencial para el arrepentimiento y la expiación. Rosh Hashaná debe estar primero, porque sólo cuando la persona reconoce que va a enfrentar un juicio reúne los medios para elevarse por encima de lo mundano. Sólo el veredicto inminente nos bendice con perspectiva y motivación.
Permítanme hacer una analogía: al finalizar la facultad de medicina todos los estudiantes deben pasar exámenes finales. Imaginen que un estudiante idea un plan para pasar todos los exámenes sin abrir un libro ni llegar a dominar ninguna de las materias. Incluso si llegara a recibir su título, no será un médico. Será un fraude. El propósito de los exámenes finales es infundir la experiencia de la facultad de medicina con la conciencia del futuro juicio. Idealmente, es el proceso mismo de vivir cada día de su carrera en la facultad de medicina anticipando el examen final lo que transforma al estudiante en una persona con los conocimientos necesarios para ser un médico. El examen que se aproxima sirve su propósito primario durante los años de estudio, y –después de los repasos diarios para el juicio- las pocas horas del examen mismo al final de los estudios sólo confirma las ganancias adquiridas a lo largo de los años.
De manera similar, Dios nos juzga para que vivamos una vida infundida de juicio. Él tiene grandes expectativas de la persona y nuestra constante conciencia de esas expectativas establece el tono de nuestra conciencia judía. En verdad, los días de los Iamim Noraim no son una carga, sino la piedra fundacional de las bases mismas para un adecuado enfoque de la vida durante todo el año.